domingo, junio 22

Con respeto, por favor

La tristeza es una de las emociones más incomprendidas. Pocas personas pueden en verdad valorar y dejar fluir el mar de reclamos, gritos y lágrimas que asaltan derepente al pobre incauto que antes no creía poder volver a ese estado. Porque ¿Cuántas veces mientras alguien se siente feliz cree imposible poder regresar a ese sinsabor?

Sin embargo las personas tristes también son las más impredecibles e incomprensibles; nunca se sabe si lo que necesitan es empatía o un regaño para continuar sus vidas y olvidar la “pequeñez” que los tiene cabizbajos. Aún así, la tristeza de cualquiera merece respeto.

Cierren los ojos. Piensen en lo que más aprecian. Ahora imaginen como se desmorona entre sus manos y por más que cierran los puños no puedan conservar ni un poco de lo que fue sabiendo que en adelante todo lo bueno y dulce que representó aquello solo serán recuerdos. Recuerdos que aunque entibien la tristeza no la acaloran lo suficiente para que se largue. Muy bien. Ahora imaginen que alguien tiene la desfachatez de alegar que no es para tanto y que lo mejor que puede hacer es sonreír por tener un día más.

Cuando la tristeza nos llega, todos agradecemos un poco de aliento, sin embargo, existe una diferencia drástica ente la empatía y el positivismo nauseabundo de quien osa calificar nuestros dolores de pequeñeces. Todo pasará, siempre pasa y nos recuerda que la fortaleza nos corre por la sangre y siempre nos levantaremos, nos guste o no, sin importar de que tamaño fue la cachetada y el escupitajo que la suerte tuvo a bien darnos en la cara.

Todo depende de donde se mire, un pajarito dentro de su gracia y ligereza puede transformarse en un monstruo, y si no me creen pregúntenle a los gusanos. De la misma manera la tristeza no nos cabe en la cabeza a todos en la misma forma, todo depende de quien seas y de que perdiste. Así de simple. Entonces ¿porqué empeñarse en empequeñecer al monstruo que ataca a quien menos se lo esperaba?

Cada quien es libre de predicar lo que le parezca bueno pero entonces no se extrañen si la próxima vez que se atrevan a dejar caer un poco de positivismo asqueroso y sarcástico sobre algún deprimido reciban como pago un merecido puñetazo en al nariz.

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Luego de un mes de ausencia, aquí estamos.