martes, mayo 25

A timmin' tragedy

Dicen que los asesinos de tiempo son suicidas inconscientes. Puede ser que sí. En lo que a mí respecta, el tiempo y yo llevamos una muy mala relación. Siempre me anda sobrando o faltando, pocas y contadas son las veces que cuento con justo el tiempo que necesito, ni más ni menos.

Travesías, procesos, situaciones que deberían tomarme poco tiempo se prolongan haciéndose laberintos en los que cualquiera un poco de sentido común se hubiera quedado no más de unas cuantas semanas y que yo llevo habitando meses… a veces hasta años. Soy la única persona que conozco que puede lograr que una actividad tan simplona como ponerse un par de tenis y sudadera se convierta en una labor de al menos veinte minutos y ejemplos como esos me sobran, de verdad que me sobran.

Son muchas, en verdad muchas las cosas que se me han pasado y apenas tengo una pequeña noción de que tienen tanto tiempo; parece que apenas sucedieron y a esa idea me aferro sólo para sacudirme el polvo después y ver que esos 3 minutos a la de sin susto ya son tres días, tres semanas… y yo sin saber a ciencia cierta que ha sucedido.

Cada mañana me peleo con  el reloj, le reclamo lo que se lleva, lo que se fue con él, lo que aún no llega pero ya se está tardando; el tren que no viene, el coche que no se apura, el sueño que viene tarde la vida que ya tiene tanto que se acabó… Extremos siempre,  o muy tarde o antes de tiempo, pero siempre inoportuno. Y, contrario a lo que yo misma hubiese dicho en otras circunstancias, creo que esta vez he tenido suficiente.

Esta vez ya no quiero correr ni esperar, ya estoy harta de mirar a ambos lados del andén los trenes que se van y no me llevan, los que aún no vienen por mi; Ya. Esta vez, solo quiero ver el andén: quien me acompaña, a donde vamos, porqué, agradecer que estamos juntos y tratar de volver lo más significativos posibles los ratos juntos. Sin preguntar nada, ni un hasta cuándo. Sólo vivir, respirar.