sábado, octubre 25

Ni más ni menos

Ayer cayó en mis manos un artículo acerca de Simone de Beauvoir. Sí, la feminista, novelista, pareja de Jean Paul Sartre, existencialista y muchas otras cosas, pero por lo que leo, me doy cuenta de algo: Cuando eres famoso, a la gente se le olvida que eres gente.

El artículo, en resumen, menciona que este año (exactamente en su número del 3 de enero), con motivo de su aniversario luctuoso de Simone “Le nouvel observateur” un diario francés considerado de izquierda (donde Sartré y Beauvoir publicaron), tuvo a bien publicar una foto de Simone des-nu-da.

La foto, que venía acompañada del encabezado Simone: la escandalosa, por supuesto desató un escándalo contra el periódico por parte de las feministas defensoras de Simone, sobretodo cuando se supo que la foto fue tomada en uno de los encuentros que tuvo con el que fue su amante más querido, Nelson Algren.

Las protestas de las feministas fueron desde pedir que el director del periódico enseñara las nalgas hasta pedir fotos de las nalgas del mismo Sartré (que en este caso, ¿Qué culpa tiene?).

No puedo pensar todo esto más que como una crueldad por parte de las feministoides (en este caso) y de cualquiera que se precie de fanático de quien sea (término de por si jodido, pero eso es tema de otro post) cuando despedazan la humanidad de alguien para usar su imagen a conveniencia.

Simone era persona, era mujer y pues si, le gustaba andar por la vida teniendo amantes, (los cuales por cierto, Sartré conocía y sabía de las intenciones de su querida novia sin inmutarse); No entiendo dónde radica el problema de que se publique, si le sacaron una foto desnuda y escribía cartas a su amante en las cuales se declaraba ante el “su esposa sumisa” Al fin y al cabo sentía y se enamoró de alguien. Punto. Esa urticaria no es más que la ira de todos aquellos que no soportan que el pedestal que han creado y nadie pidió, esté basado en falsedades que, la mayor parte de las veces, ellos mismos crearon.

Si en verdad admiras a alguien comprendes muchas cosas, entre ellas que no tienen ningún compromiso en cumplir tus expectativas y sobretodo, que son tan humanos como tu; con todo y la sangre, los errores, los miedos y las contradicciones: ¿que si Simone era una feminista y doblaba las manos frente a un hombre? También eso es una libertad, poderle endosar tu vida a quien tu quieras.

Si las feministas en verdad admiraran a Simone, leerían sus textos los criticarían y comprenderían sus contradicciones, tomarían lo que más les aportara de ella y dejarían su figura como el recuerdo de una compañera de lucha brillante, pero ni más (ni menos) importante que las demás, tan humana, que hasta se enamoró de alguien, no simplemente crear un ídolo sin sentimientos y al servicio de su negación a recordar que también ellas son humanas y contradictorias.




La foto del borlote y Simone con Sartre. El recuadro completo tomado de la revista Glow!

domingo, octubre 19

Fabulas del Rey Chiquito



He pasado demasiado tiempo (ahora que veo la fecha de la entrada anterior me doy cuenta) sin escribir. Podría decir que no he tenido que poner por acá pero, por el contrario, me han pasado una serie simpática de cosas que pensé traerles por acá; desde pequeñeces y mis monstruos del closet sin galletitas hasta una chusma enardecida que quería lincharme. De todo, y ustedes sin saber, pero no se preocupen, creo que iré subiendo esos post de cuando en cuando, aunque sean atrasados.

Es más, para no hacer el cuento largo, empiezo con la más jugosa, o al menos la que más emociones despertó en mí:

Fabulas del Rey Chiquito

Gracias a mi hueva y mi estupidez (gracias al cielo, cada vez menos recurrente) reprobé Géneros Periodísticos I en tercer semestre. Sí, se que por ello me merezco una paliza pero… créanme, bien dicen que aquí todo se paga porque solita llego mi penitencia.

Entré a mi clase de RECURSAMIENTO (en mayúsculas, porque así se amigable se sentía). ¿El grupo? Ni me volteaba a ver ni yo a ellos, yo porque además de sentirme cucaracha por estar ahí, en verdad no tenía el mínimo interés de hablar con nadie, además, tiempo después y gracias al cielo, una de mis compañeras de generación entró conmigo al mismo grupo y las cosas se aligeraron mucho.

El profesor era (es) un papanatas. Un tipejo que se siente la genialidad del periodismo por publicar en UNA revista (que creo solo nosotros y los de las escuelas de periodismo medio leemos), además de “dar clase” soltando conceptos y definiciones al puro estilo: -Un señor dice que esto… Una maestra de esta facultad dice esto otro… Una vez un señor llamado Maratón corrió para dar la noticia de una guerra (esto fue verídico, no quito ni pongo)… una maravilla el tipo.

Todo fue soportable hasta el día en que llegó esa trágica afirmación: El periodismo es objetivo. Al menos a mi, al escuchar esto, hasta me rechinaron los dientes, y lo peor no es que lo crea, sino que lo defiende firmemente. Esto es fácil de entender: imaginen que les tapo los ojos a todos y como YO soy periodista y soy OBJETIVA, pues ¿para qué ven ustedes si yo les cuento toda la VERDAD? Así de lógico suena y es.

La vida fue pasando hasta que se me ocurrió la genialidad de cuestionar al pendejín este ¿Saben que pasó? Pues nada, que se me vino encima diciéndome que no le importaba mi opinión y a todo su grupo de estúpidos alumnos diciendo que no sabía más que el maestro y maravillas de ese tipo. Todos en un tono de lo más agresivo (hubo quien hasta me gritó) y como niños chiquitos, gritando a lo anónimo para que no viera quienes son.

Tengo que decir, que me sentí muy orgullosa de mi misma en ese momento. ¿Por qué?
Porque:
1) sorprendente, pero no le grité a nadie a pesar de que ellos me gritaron a mi.
2) no hice el desmadre personal
3) pese a que toda esa bola de imbéciles intolerantes sacaron las uñas, pude con cada uno de ellos sans problème.

Y no es que yo fuese todopoderosa, simplemente partí de algo simple: yo no defendía mi opinión, sino mi derecho de pensar distinto y expresarla, derecho que a todos en ese momento se les olvidó que existía.

¿Conclusiones? Que no pienso dejar de dar mis opiniones jamás, y sobretodo, lo imbéciles que llegamos a ser cuando por tirria o coraje contra alguien le echamos tierra y no nos damos cuenta que nos estamos hundiendo solos. Ese día fui yo, y los demás no corren peligro porque se dedican a darle la razón al rey chiquito, pero ¿qué va a pasar cuando los quieran linchar por pensar distinto en otra clase, tal vez y hasta en otro lugar? No lo sé pero espero que se acuerden de incidentes como este, porque el punto no es tener razón o probar que la tienes… sino que, hasta para decir pendejadas si gustan, TODOS tenemos derecho a expresarnos aunque a los reyes chiquitos les duela, pero si no somos nosotros mismos los que defendamos ese derecho pues me temo que estamos bastante jodidos.

Podré no estar de acuerdo con tus ideas, pero daría mi vida por tu derecho a expresarlas, decía algún loco por ahí.


Pd.- El apodo del profesor y título de este post me lo fusilé de las "Fábulas del rey chiquito" de Trino, las publican en El reforma o busquen en Google, se darán cuenta del porqué de ese apodo.