miércoles, septiembre 29

Errantes

Padezco algo que, con un poco de atención a los que me rodean, caigo en cuenta que es una especie de mal familiar: creer que la vida es un solo tiro, que por cierto, ya fallamos. Creer que  estamos encarrilados en un solo camino del cual no podemos virar de rumbo.
¿Será? Yo  me niego a creerlo. La vida es demasiado larga cómo para creer que lo que elegimos en determinados momento y ocasión es lo único. Las circunstancias cambian y nosotros con ellas;  es necesario permitirse echar el paso hacia donde nos lleven nuestras nuevas circunstancias y necesidades.
Tampoco es que esté defendiendo la inestabilidad de quienes quieren hacer algo distinto cada mañana y no concretan nada; más bien se trata de considerar el camino andado y seguir hacia ese nuevo rumbo que nos permita crecer con lo ya aprendido. Nunca es tarde, y ¿Cómo podría serlo? La dureza contra la que nos azotamos  no es la realidad sino nuestros propios prejuicios.
Siempre se puede reconsiderar el camino y, curiosamente, esos momentos de crisis personal en los que menos nos sobra paciencia para pensar y escucharnos son los más idóneos para ver bien dónde estamos parados, qué estamos haciendo y sobre todo, si lo estamos haciendo bien.
Da miedo, más cuando nos casamos con la idea de que nuestra forma de vida es parte de nosotros  y no hay otra manera de vivirnos. Pero si no somos la misma persona de hace dos, cinco, diez años… ¿Porqué nuestra forma de vivir la vida tiene que ser la misma que en ese momento? Creo que la respuesta es porque aunque no grato sí es cómodo no cuestionarse el rumbo, sólo seguir andando.
La comodidad y el miedo, esos dos que aunque es necesario sentirlos para andar sin muchos líos, dejar que se apoderen de nuestras vidas es peor que equivocarse un poco a cambio de la respuesta certera a la gran pregunta : ¿qué tal si…?

Erase Rewind/The Cardigands

miércoles, septiembre 22

Un poco de lucidez

Gustavo Cerati- Tracción a sangre
No puedo evitarlo. Soy de esas personas que cada cosa que les acontece la mascan hasta el cansancio. Lo más triste del caso, es que ese proceso casi tortura no nos lleva a ningún lado; mi reino por una conclusión que sea razonable y a la vez no se pelee con lo que mi pecho contiene sin embargo, triste realidad.
Precisamente por eso, los momentos en que una conclusión sabia llega a mí y me retumba lo suficiente para que no sólo vaya cómo idea pasajera y me ayude a ver con un poco más de claridad siempre es bien recibida.
Conclusión: Estoy resentida y peleada con la vida. Juro que me debe muchas, bastantes y no espero la hora en que me las pueda pagar, pero ¿y si no me debe nada? ¿Y si por el contrario la que no reconoce cuando tomó de más soy yo y lo que considero deudas son sólo pagos pendientes?
La perspectiva cambia bastante, pero por ahí dicen que en el pedir esta el dar ¿y si mejor damos sin pedir? Creo que es de esos momentos en que en el ofrecimiento mismo puedo encontrar lo que yo necesito. Al menos estos últimos días me ha funcionado y no tienen una idea de lo tranquila que me he sentido. Sabe bastante bien andar sin agobios ni dolores; cómo dice la canción… y el mundo sonríe conmigo.

jueves, septiembre 2

Del porqué del nombre de este blog...


Muchos, bastantes ayeres hacen desde que abrí por primera vez un blog y no tantos desde que abrí este. Intentó ser una forma de ir entrenando los dedos a esta labor de escribir que me gusta tanto, aunque no tengo el talento que hubiese deseado, y terminó por ser un espacio de catarsis  donde rio, lloro, me quejo y me sigo quejando; un espacio donde tengo la libertad de mis propios dedos y que me sirve para hacer partícipes a los que leen de esas cosas que me pasan y tengo que contar.

Enfrentarse a una página en blanco no es fácil; requiere de cierto valor y sinceridad que no siempre llega cuando se tiene ese espacio transparente, listo para ser contaminado con la carga que le imprimen nuestras palabras pero es necesario ensuciar para sacar un poco de todo lo que nos recorre la cabeza.

Ante todo, siempre se comienza con un título. El de este blog se eligió gracias a una canción; una canción que ahora comparto con ustedes y que, a pesar de lo adecuada que queda para la ocasión, hice mía en un contexto totalmente distinto al que actualmente cerca mi vida pero habla de algo más que cierto y que continuamente tengo tiempo de corroborar: Siempre hay que empezar de nuevo.

La vida siempre son nuevos inicios, eso lo sabía cuando elegí esa canción, eso lo sé ahora. Lo que en ese momento ignoraba o quise ignorar por completo fue que esos nuevos inicios se generan gracias a que algo más termina. Nada ni nadie es para siempre, algo que me gustaría me entrara más fácil en la cabeza y no me causara tantos conflictos.

Siempre que algo termina, no puedo evitar esa sensación de tristeza y vacio que me causa el apego que le genero a todo lo que transita por mi vida; intento apretarlo entre las manos aunque el apretón sólo me sirva para que se me vaya más rápido. Curso y recurso esa tristeza y vacio, me instalo en mi  melancolía y pareciera que nada ni nadie me moverán de ahí.


Afortunadamente, aunque me cuente lo contrario, tengo un espíritu bastante optimista y eventualmente entiendo las cosas y asumo el lugar que tomaron luego de la sacudida, trato de capitalizar de la mejor manera lo aprendido y rescato de la mugre lo mucho o poco que me queda. La fe vuelve y trae consigo una mente más clara lista para creer de nuevo y seguir caminando.

¿Miedo? Pues sí, el necesario pero no me doblo, simplemente trato de afrontarlo y seguir adelante, esa única opción en el camino. Hoy se termina algo y tengo derecho de elegir con que me quedo; lo que me sirve lo atesoro, lo que me lastima se puede quedar tirado en el camino, eso no lo quiero. Al frente sólo hay camino, mucho camino por andar así que no hay espacio para lastres innecesarios, es mejor dejar espacio para todas esas cosas buenas que vienen y que habrá que buscar donde poner.

Respiro fuerte y aquí voy. Aquí voy una vez más, vuelvo a comenzar, a seguir buscando eso que aún no encuentro, eso que aún no sé que necesito pero eventualmente aparecerá y reconoceré como mío.